Qué hacer con las pertenencias de un ser querido tras su fallecimiento

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Ordenar las pertenencias de un ser querido después de su fallecimiento es una de esas tareas que nadie quiere afrontar, pero que tarde o temprano llega. No se trata solo de abrir cajas o vaciar armarios: cada objeto tiene una historia, un recuerdo y un peso emocional que hace que el proceso sea más complejo de lo que parece.

Muchas familias nos cuentan que no saben por dónde empezar, cuánto tiempo es adecuado esperar o qué hacer con las cosas que ya no se van a conservar. Es normal. No existe un manual universal y cada familia vive este momento de manera distinta.

Por eso hemos preparado esta guía: para ayudarte a avanzar sin prisa, con calma, y para darte opciones claras y respetuosas sobre qué hacer con las pertenencias, cómo organizarlas y cómo evitar que el proceso se convierta en un foco de conflicto o angustia. Nadie está preparado para esto, pero acompañados, todo se lleva mejor.

Por qué es tan difícil decidir sobre las pertenencias de un ser querido

Afrontar las pertenencias de un ser querido fallecido nunca es un simple proceso de orden. Cada objeto, cada prenda y cada detalle de la casa del familiar fallecido conecta directamente con su recuerdo. Por eso, aunque desde fuera parezca “solo vaciar una vivienda”, en realidad estamos ante uno de los pasos más delicados del duelo.

Cuando una persona ya no está, sus objetos personales se convierten en una especie de vínculo entre su vida y nuestra memoria. Revisarlos despierta emociones intensas: nostalgia, tristeza, ternura… incluso confusión. Y no hay nada extraño en eso. Muchas familias nos cuentan que no saben por dónde empezar, que sienten miedo a equivocarse o a tomar decisiones de las que después puedan arrepentirse.

Entender este punto es fundamental: no es una tarea logística, sino emocional. Y por eso es tan importante hacerlo con calma, sin presiones y, siempre que sea posible, acompañados.

El impacto del duelo en la toma de decisiones

El duelo afecta directamente a la claridad mental. La concentración baja, las emociones cambian rápido y la capacidad de decidir se vuelve más frágil. En este contexto, es lógico que surjan preguntas como:

  • «¿Y si me arrepiento después?”
  • “¿Estoy haciendo lo correcto con sus cosas?”
  • “¿Qué preferiría él o ella?”

Estas dudas no son un problema: son un signo de cariño.
Por eso es importante reconocer que, en un momento emocional delicado, decidir sobre las cosas de un familiar fallecido siempre será más difícil. La clave está en no hacerlo desde la urgencia.

Por qué no es necesario decidirlo todo de inmediato

Existe la creencia de que ordenar una casa tras un fallecimiento debe hacerse enseguida para “cerrar etapas”, pero esto no siempre es cierto. Salvo situaciones excepcionales (como un alquiler con plazo o trámites urgentes), no hay una fecha límite estricta para ocuparse de las pertenencias.

Darse tiempo es saludable.

Permite que las emociones se asienten, que la familia pueda hablar con serenidad y que las decisiones no se tomen desde la angustia. Cuando este proceso se realiza en el momento adecuado, es mucho más llevadero, más respetuoso y emocionalmente más seguro para todos.

¿Cuándo es el mejor momento para empezar a ordenar las pertenencias?

No existe una fecha exacta ni un plazo oficial para comenzar a ordenar las pertenencias de un familiar fallecido. Cada familia necesita su tiempo, y cada duelo tiene su propio ritmo. Aun así, es habitual que surja la duda: “¿Será demasiado pronto? ¿O estamos esperando demasiado?”

La respuesta suele ser más sencilla de lo que parece: el mejor momento es aquel en el que la familia se siente emocionalmente preparada, y no cuando lo marque el calendario. Trabajar desde la prisa o desde la presión externa puede hacer que el proceso sea más doloroso o genere decisiones precipitadas.

Aunque cada caso es distinto, hay señales que suelen indicar que ya se puede comenzar a revisar los objetos personales del ser querido sin que el proceso resulte abrumador:

  • Se puede entrar en la casa sin sentir un bloqueo intenso.
    A veces el simple hecho de abrir la puerta o mirar una habitación ya da una pista del momento emocional en el que se está.
  • Se puede hablar en familia del tema sin discusiones ni tensión.
    Si la conversación fluye, aunque sea con emoción, suele ser un buen indicador.
  • Existe una voluntad real de avanzar.
    No por obligación, sino porque la familia siente que es un paso natural dentro del duelo.
  • Las cosas se han convertido más en un recuerdo que en una herida.
    Cuando los objetos evocan cariño en lugar de dolor profundo, suele ser un momento adecuado.

Muchos familiares nos cuentan que, aunque llevan tiempo pensando en empezar, nunca encuentran “el día”. Es normal: iniciar este proceso no es fácil. Por eso, un consejo práctico es fijar una fecha concreta y preparar el ambiente con antelación.

Elegir un día ayuda a:

  • Evitar procrastinar por miedo o tristeza.
  • Organizarse mentalmente y emocionalmente.
  • Invitar a las personas que deben estar presentes.
  • Dedicar unas horas tranquilas, sin interrupciones ni prisas.

Cómo organizarse antes de empezar a vaciar y ordenar

Antes de abrir cajones o mover cajas, es importante dedicar un momento a planificar. Una buena organización inicial puede evitar tensiones familiares, decisiones impulsivas y agotamiento emocional. No se trata solo de “ordenar”, sino de crear un entorno seguro y estructurado para revisar las pertenencias del familiar fallecido con calma y respeto.

La planificación es especialmente necesaria cuando se trata de una casa completa, o cuando existen varios familiares implicados en el proceso. Una conversación previa y algunas pautas claras pueden marcar la diferencia entre un día caótico y un día realmente productivo.

Uno de los errores más comunes a la hora de decidir qué hacer con las cosas de un ser querido es empezar sin definir quién debe participar en el proceso. No todas las personas de la familia necesitan estar presentes, pero sí es recomendable que participen:

  • Quienes tenían una relación estrecha con la persona fallecida.
  • Quienes deben intervenir por motivos legales o de herencia.
  • Alguien con capacidad para ayudar a tomar decisiones con serenidad.

Reunir cajas, etiquetas y materiales para clasificar

Puede parecer un detalle menor, pero tener a mano los materiales adecuados facilita enormemente el proceso. Es útil preparar:

  • Cajas o bolsas grandes para separar categorías.
  • Etiquetas para marcar cada grupo: conservar, donar, reciclar, revisar más tarde.
  • Rotuladores y cinta adhesiva, para mantener todo ordenado.
  • Una carpeta o caja pequeña para documentos importantes que puedan aparecer.

Decidir qué habitaciones se revisan primero

Empezar por la habitación equivocada puede hacer que el proceso sea emocionalmente más duro. Por ejemplo, revisar el dormitorio principal suele generar más impacto que ordenar una despensa o un salón.

Por eso, muchas familias prefieren comenzar con espacios “menos sensibles”, para ganar confianza antes de revisar las zonas más íntimas.

Una buena estrategia es:

  1. Empezar por una habitación sencilla.
  2. Continuar por las estancias que generen menos carga emocional.
  3. Dejar el dormitorio o los objetos más personales para el final.

Esto permite que cada persona se adapte mejor al proceso y evita quedarse bloqueado desde el principio.

Elaborar una lista previa de objetos importantes

Antes de empezar a vaciar la casa del familiar fallecido, puede ser muy útil anotar aquellos objetos que la familia ya sabe que quiere conservar o revisar con especial cuidado. Pueden ser:

  • Joyas o recuerdos familiares.
  • Fotografías antiguas.
  • Documentación personal.
  • Objetos de valor emocional o económico.
  • Artículos religiosos o simbólicos.

Qué conservar y qué no

Decidir qué conservar y qué no de un ser querido fallecido es, sin duda, uno de los momentos más delicados de este proceso. No existe una fórmula perfecta ni un número exacto de objetos que “deberían guardarse”. Cada familia es diferente y cada vínculo emocional también. Lo importante es avanzar sin culpa y con la tranquilidad de que cada decisión se toma con respeto y cariño.

Una buena forma de empezar es recordar algo esencial: no tienes que conservarlo todo, pero tampoco estás obligado a desprenderte de aquello que te aporta consuelo. El equilibrio está en encontrar cuáles son los objetos que realmente representan un recuerdo significativo y cuáles son simplemente cosas que ya cumplieron su ciclo.

En la práctica, muchas familias encuentran útil clasificar las pertenencias del familiar fallecido en tres grandes grupos: lo que se conserva, lo que se dona y lo que se recicla o descarta. A continuación, te contamos cómo distinguir cada caso sin prisas y sin presión.

1. Objetos que aportan valor emocional real

Fotografías, cartas, un reloj especial, una prenda que recuerde su esencia, un objeto que siempre estaba presente en su día a día… Estos elementos suelen guardar un significado profundo. No necesitas conservarlos todos; bastan unos pocos para mantener ese vínculo simbólico. A veces conservar una sola pieza dice más que guardar una caja entera.

2. Objetos de valor económico, histórico o legal

Joyas, documentos, títulos, certificados, objetos antiguos, piezas de colección o cualquier pertenencia con un valor especial deberían conservarse hasta que la familia decida qué hacer con ellas. Siempre es recomendable guardarlas juntas en un lugar seguro, ya que suelen estar relacionadas con la herencia.

3. Ropa y enseres personales

Es habitual que la ropa sea uno de los volúmenes más grandes de la casa del familiar fallecido. Aquí la clave es ser práctico:

  • Quédate solo con aquellas prendas que tengan un significado especial.
  • El resto puede donarse a organizaciones solidarias, residencias, parroquias o asociaciones locales.
    Este gesto, además de ayudar, suele aportar una sensación de paz.

4. Libros, objetos cotidianos y pequeños recuerdos

No es necesario conservar todos los libros, álbumes, cuadernos u objetos decorativos. Elegir unos pocos que realmente representen la esencia y donar o regalar el resto es un buen camino. Los libros, por ejemplo, suelen ser bien recibidos en bibliotecas, asociaciones culturales y centros educativos.

5. Documentos personales y papeles importantes

Aquí conviene ser más cuidadoso. Documentos administrativos, recetas médicas, contratos o facturas deben revisarse con calma. Lo que sea legalmente relevante conviene conservarlo durante un tiempo; lo demás se puede destruir de forma segura. Mantener una carpeta exclusiva para documentación importante ayuda mucho.

6. Cuando no hay acuerdo en la familia

Es habitual que surjan diferencias. Si un objeto tiene valor para varias personas, puede acordarse un sistema de turnos, repartir lotes equilibrados o digitalizar recuerdos (por ejemplo, escanear álbumes de fotos). Lo importante es que la decisión no abra conflictos nuevos en un momento ya sensible.

Qué hacer con los documentos importantes

Entre todas las pertenencias de un ser querido, los documentos personales suelen generar más dudas que cualquier otro objeto. Muchos familiares no saben qué conservar, qué tirar, qué puede ser necesario en el futuro o cómo organizar todo para evitar pérdidas. Y es normal: detrás de cada papel puede haber información legal, médica o administrativa relevante, y tomar decisiones rápidas puede derivar en trámites complicados más adelante.

Lo primero que conviene hacer es reunir todos los documentos en un solo lugar: sobres, carpetas, archivadores, cajas o cajones donde la persona guardaba facturas, contratos o papeles médicos. Una vez estén localizados, es más fácil clasificarlos con calma y evitar que se mezclen con otros objetos de la casa.

En general, se recomienda conservar todos los documentos legales durante un tiempo prudente: DNI o pasaporte, libro de familia, pólizas de seguro, escrituras, contratos laborales, certificados médicos, extractos bancarios, testamento (si lo hubiera) y cualquier documento relacionado con la vivienda. Estos papeles pueden ser necesarios en trámites de herencia, notaría, bancos o gestiones administrativas posteriores. Guardarlos bien organizados evita tener que repetir procesos o solicitar duplicados.

Los documentos sanitarios, como recetas, informes médicos o historiales clínicos, también deben revisarse, sobre todo si hay pruebas pendientes de recoger o material médico que convenga devolver. Una vez verificado que no serán necesarios, pueden destruirse de forma segura para proteger la privacidad de la persona fallecida.

En cuanto a facturas, recibos o correspondencia antigua, normalmente no es necesario conservarlos más allá de unos meses, salvo que estén vinculados a impuestos, propiedades o pagos que puedan requerir consulta posterior. Es importante evitar acumular papeles que no tienen utilidad real, ya que añadirán más carga al proceso.

Para garantizar que nada importante se pierda, muchas familias optan por crear una carpeta única donde guardar todos los documentos esenciales y mantenerla en un lugar seguro. También puede ser útil digitalizar algunos papeles mediante fotografías o escáner. Esto permite compartirlos fácilmente entre los familiares y disponer de copias en caso de extravío.

El objetivo no es guardar absolutamente todo, sino asegurarse de que los documentos necesarios para gestiones futuras están organizados y protegidos. En momentos de duelo, simplificar este paso aporta mucha tranquilidad y evita complicaciones innecesarias más adelante.

Dónde donar, reciclar o entregar las pertenencias que no se conservarán

Una vez que la familia ha decidido qué objetos conservar, llega el siguiente paso: decidir qué hacer con las pertenencias que no se van a guardar. Este momento también puede generar dudas, porque aunque no se trate de objetos con valor emocional profundo, siguen perteneciendo a alguien querido. Por eso es importante actuar con respeto y elegir un destino adecuado para cada cosa.

Muchas familias sienten alivio cuando descubren que estas pertenencias pueden tener una segunda vida y ayudar a otras personas. Donar, reciclar o entregar ciertos objetos no es “deshacerse de ellos”, sino transformarlos en algo útil, solidario y responsable. A continuación, te contamos las opciones más habituales para gestionar las cosas de un familiar fallecido de forma organizada y respetuosa.

La ropa en buen estado suele ser uno de los elementos más fáciles de donar. Muchas organizaciones, parroquias, ONGs y asociaciones locales aceptan prendas, mantas, zapatos o abrigos, especialmente en épocas de frío. Saber que estas prendas pueden ayudar a alguien más aporta una sensación de paz y propósito que muchas familias agradecen profundamente. Si algunas prendas tienen un valor sentimental especial pero no se desea conservarlas, una idea útil es seleccionar una o dos piezas significativas, hacerles una foto o guardarlas para un proyecto de recuerdo (como una manta o una caja de memoria).

Los electrodomésticos, muebles y objetos de hogar también pueden tener una segunda vida. Existen asociaciones que recogen muebles para familias con pocos recursos, así como puntos limpios que aceptan objetos que ya no funcionan. Si los muebles están en buen estado, algunas entidades incluso pueden recogerlos en la propia vivienda, lo que facilita enormemente el proceso cuando se está vaciando un piso completo.

Los libros, fotografías sueltas, objetos decorativos y artículos religiosos pueden entregarse a bibliotecas, centros culturales, parroquias, asociaciones juveniles o incluso a familiares que quieran conservar una parte simbólica. Cuando se trata de fotografías antiguas o recuerdos familiares, algunas personas prefieren digitalizarlos antes de donarlos o repartirlos. Esto permite que varias personas puedan conservar el recuerdo sin necesidad de dividir álbumes o cajas completas.

Los objetos que ya no pueden utilizarse, como ropa muy desgastada, aparatos rotos o materiales deteriorados, deben llevarse a puntos de reciclaje municipales. De esta manera, se evita que terminen en vertederos y se garantiza un tratamiento adecuado. Esta opción es especialmente importante para elementos como aparatos electrónicos, medicamentos o restos de productos químicos, que requieren un reciclaje específico.

Finalmente, está la opción de entregar algunos objetos a personas del entorno: amigos, vecinos, compañeros de trabajo o personas que compartieron momentos especiales con el ser querido. A veces, regalar un pequeño recuerdo a alguien que lo apreciaba es un gesto conmovedor que ayuda a mantener viva su memoria de forma sencilla y auténtica.

¿Y las cuentas digitales? Cómo gestionar redes sociales, fotografías y archivos online

Hoy en día, gran parte de nuestra vida se encuentra en internet. Cuando una persona fallece, no solo deja atrás objetos físicos, sino también un importante rastro digital: redes sociales, fotografías almacenadas en la nube, correos electrónicos, cuentas de servicios, aplicaciones bancarias o suscripciones. Gestionar esta parte puede parecer complicado, pero es un paso fundamental para preservar la privacidad de la persona y evitar accesos indebidos en el futuro. Además, muchas familias encuentran consuelo al poner orden también en esta parte de las pertenencias digitales del ser querido.

Lo primero es identificar qué tipo de cuentas existen. Las más habituales suelen ser Facebook, Instagram, WhatsApp, Gmail, iCloud, Google Fotos, así como servicios vinculados a compras online o suscripciones. En la mayoría de estos casos, existen procedimientos oficiales para informar del fallecimiento y solicitar el cierre o la transformación del perfil. En redes como Facebook o Instagram, por ejemplo, se puede convertir la cuenta en un perfil conmemorativo, que queda protegido y sirve como espacio de recuerdo para amigos y familiares.

El teléfono móvil y el ordenador personal suelen contener la mayoría de los archivos importantes: fotografías, vídeos, mensajes y documentos guardados durante años. Si se tiene acceso al dispositivo, es recomendable hacer primero una copia de seguridad para que nada se pierda, sobre todo si hay imágenes o recuerdos que la familia desea preservar. Si no se conoce la contraseña, algunas marcas cuentan con procesos específicos para recuperar el acceso, siempre que se pueda acreditar el fallecimiento.

También conviene revisar las cuentas de correo electrónico, ya que pueden contener documentación relevante, facturas, claves o información útil para otros trámites. Cada proveedor (Gmail, Outlook, Yahoo…) dispone de un protocolo para solicitar el acceso o cierre de la cuenta, generalmente a través de un formulario acompañado del certificado de defunción y la documentación del familiar autorizado.

En cuanto a las suscripciones online (plataformas de streaming, aplicaciones de pago, servicios bancarios digitales o tiendas online), es importante cancelarlas para evitar cargos innecesarios. Algunas se gestionan desde el móvil, otras desde la web del servicio, pero casi todas incluyen una opción para eliminar o cancelar la cuenta cuando el titular ha fallecido.

Qué hacer cuando hay herencia o bienes compartidos

Cuando se revisan las pertenencias de un familiar fallecido, es habitual que aparezcan objetos, documentos o bienes que tienen un valor económico o legal además de emocional. En esos casos, el proceso no depende solo de la voluntad de la familia, sino también de lo que establezca la herencia, el testamento o la normativa aplicable. Entender cómo funciona esta parte ayuda a evitar malentendidos y a que las decisiones se tomen de forma más justa y organizada.

Lo primero es comprobar si existe testamento. Si la persona dejó uno, estará depositado en una notaría y se puede solicitar el acceso a través del Certificado de Últimas Voluntades. Este documento indica qué notario lo custodia y permite a los herederos conocer qué bienes, objetos personales o derechos se reparten y cómo deben gestionarse. En muchos casos, el testamento incluye indicaciones específicas sobre joyas, recuerdos familiares, documentos o bienes concretos, lo que facilita mucho la toma de decisiones.

Si no existe testamento, la ley determina quiénes son los herederos y cómo deben repartirse tanto los bienes económicos como los objetos personales de valor. En estos casos, lo recomendable es mantener una comunicación transparente entre todos los familiares y, si es necesario, contar con el apoyo de un profesional para evitar tensiones. La mayoría de conflictos en estas situaciones surgen no por el valor económico, sino por el valor emocional que ciertos objetos tienen para cada persona.

Cuando se trata de bienes compartidos, como muebles antiguos, objetos de colección, joyas, obras de arte o recuerdos familiares muy significativos, conviene decidir en conjunto cómo se gestionarán. Algunas familias optan por hacer un reparto equitativo, otras por seguir un criterio sentimental y otras por vender un objeto de valor económico elevado y repartir el resultado entre todos. No existe una fórmula única: lo importante es que el acuerdo sea claro, consensuado y respetuoso para todos los implicados.

Además, hay objetos que, aunque no aparezcan en un testamento, conviene tratar con especial cuidado: documentos legales, títulos de propiedad, escrituras, contratos o papeles bancarios. Estos no deben dividirse ni desecharse sin una revisión previa, ya que pueden ser necesarios para trámites futuros relacionados con la herencia o la vivienda.

Cuando surge un desacuerdo (algo muy habitual en momentos de duelo) es útil recordar que ninguno de los familiares está en su mejor momento emocional. Hacer una pausa, posponer ciertas decisiones o recurrir a una persona neutral puede evitar tensiones innecesarias y permitir que el proceso avance con más serenidad.

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